Día 1 – Muérdago.
Rose Weasley era una chica que se consideraba a sí misma
ocupada, muy ocupada. Estaba en su último año en Hogwarts y no tenía tiempo
para jugar bromas a los estudiantes más chicos o andar correteando por los
terrenos del castillo entre la nieve, como lo hacían su hermano y primos. No,
por supuesto que no, porque Rose había heredado no solo la increíble
inteligencia de su madre, sino también su sentido de la responsabilidad. Y nada
era más importante para la pelirroja que aprobar los EXTASIS, los exámenes finales
del colegio de magia y hechicería inglés.
Era por eso que, faltando apenas unos días para las vacaciones
de navidad, mientras los profesores estaban ultimando los detalles del decorado
festivo, la hija mayor de Ron y Hermione estaba yendo hacia la biblioteca con
un par de libros entre sus manos.
Y fue en ese camino en donde se encontró que alguien a quién
no quería ver. Definitivamente la última persona que esperaría ver en esos
días: Scorpius Malfoy.
—
Hola Weasley— dijo el rubio con una media sonrisa en su rostro
— Oh, volviste a llamarme por mi apellido, genial. Hola Malfoy—
dijo en forma de respuesta la pelirroja.
— Consideré que como ya no querías hablarme a no ser que
hubiera alguien más presente, sería bueno que mantuviéramos un poco de distancia.
— Me parece perfecto— volvió a decir ella, claramente no
quería hablar con él. No después de que la había estado persiguiendo durante
todo el año—. Pero creo que no lo estás cumpliendo, al menos que Albus esté en
algún lado con la capa de invisibilidad de su padre.
— Oh, no, él está ocupado en sus propios asuntos.
— Ah, ¿entonces yo soy asunto tuyo?— preguntó casi
irónicamente ella, levantando una ceja.
— Si— respondió alegremente Malfoy, como si fuera lo más
normal del mundo. Luego se acercó a ella y, sonriendo, agregó—. O al menos lo
eres… en este lugar y momento exacto.
— ¿Qué…?— comenzó a preguntar Rose, pero entonces se percató
de que Scorpius estaba mirando hacia arriba, al techo, por lo que ella lo imitó
y, por más que le pesase, entendió a qué se estaba refiriendo el hijo de Draco
Malfoy. Un muérdago, sobre ellos, flotando y brillando hermosamente gracias a
los hechizos de los profesores— Un muérdago— murmuró entonces, volviendo a
mirar al rubio y ruborizándose levemente.
— Si, un muérdago… Sabes la tradición, supongo, ¿verdad?—
susurró él, acercándosele mas y acariciándole suavemente el cabello.
El corazón de Rose dio un vuelco. Cerró los ojos y trató de
controlar su respiración. Siempre que estaba cerca de Scorpius le pasaba lo
mismo, no podía evitarlo. Él simplemente podía con ella, hacia que se
derritiera entre sus brazos y que no pudiera controlar sus emociones. Abrió los
ojos lentamente y se encontró con los bellos ojos del chico, muy cerca de ella.
— Sí, claro que conozco la tradición— respondió al fin,
terminando de acercar sus labios.
Probablemente por
primera vez en su vida, Rose había dejado de lado la racionalidad que siempre
la gobernaba y estaba dejando llevar. Quizás por el espíritu festivo, quizás
porque estaban debajo de un muérdago, o quizás, simplemente, porque era
Scorpius Malfoy.